Nos acercamos al Carnaval y esta fecha me ha sugerido el tema que hoy os presento que viene a ser: El significado de la máscara en psicologia i mas concretamente en la Terapia Gestalt y Jung. Como otras de mis pasiones son El Focusing y la política, he querido hacer un encuentro entre todos ellos. Vamos allà!
En la teoria de la Gestalt, la máscara puede entenderse como un símbolo que representa las partes visibles de una identidad, mientras oculta otros aspectos subyacentes. Esta idea se basa en el principio de percepción que prioriza la figura sobre el fondo, resaltando aquello que se quiere mostrar y escondiendo el que queda relegado a la sombra.
Carl Gustav Jung profundizó en esta idea con el concepto de la persona, una máscara psicológica que cada cual lleva para interactuar con el mundo exterior. La persona es la fachada que presentamos al mundo, construida a partir de las expectativas sociales y los roles que adoptamos en nuestra vida. Puede ser, por ejemplo, la identidad que asumimos como profesionales, miembros de la familia o amigos. A pesar de que esta máscara es necesaria para navegar por la sociedad, si nos identificamos demasiado con ella, podemos desconectar de quién somos realmente. Esta desconexión puede hacer que aspectos auténticos de nosotras mismas — lo que Jung denominaba la sombra, el mundo interior a menudo reprimido o inexplorado— queden escondidos y sin integrar.
Eugene Gendlin, con el Focusing, puso énfasis en cómo podemos conectar con experiencias internas que a menudo son difíciles de verbalizar. Desde este punto de vista, la máscara representa aquello que mostramos al mundo, mientras que debajo de ella pueden quedar escondidas sensaciones difusas, un felt sense (sensación sentida) que espera ser explorado. Sensaciones generadas por la discrepancia entre lo que expresamos y lo que realmente sentimos, una diferencia que a menudo se manifiesta como un malestar sutil hasta que le ponemos atención.
El Carnaval es, en este contexto, más que una celebración: es una invitación a la desinhibición y la transgresión, donde la máscara no solo oculta, sino que revela una faceta alternativa de quien la lleva. Esta dualidad resuena con la Gestalt, donde la atención a una parte de la experiencia puede redefinir como percibimos el todo. Así, en el marco de Carnaval, la máscara se convierte en una herramienta que transforma las reglas sociales habituales, dando pie a un «yo» creativo y liberado.
El trabajo terapéutico con la máscara es fundamental para vivir de manera más llena y auténtica. Esto implica no solo mostrar una imagen cuidada, sino también saber reconocer errores, contradicciones y límites propios.
La máscara en la política: un ejemplo entre la imagen y la autenticidad
Este mismo juego de máscaras es especialmente evidente en el mundo de la política. Los políticos, como cualquier individuo, construyen una persona, una imagen pública diseñada para ser aceptada y valorada por los votantes. Esta máscara política puede servir para transmitir liderazgo, confianza y proximidad, pero también puede convertirse en un obstáculo cuando la imagen se percibe como falsa o desconectada de la realidad.
En política, la máscara puede actuar como una herramienta de comunicación y estrategia, pero también puede generar desconfianza cuando la distancia entre la fachada pública y la realidad interna es demasiado grande. Así como el Carnaval permite una transgresión temporal de las normas, la política a menudo juega con la construcción de una identidad flexible, capaz de adaptarse a diferentes contextos y audiencias. Sin embargo, cuando la máscara es demasiado rígida y se convierte una barrera entre el político y la ciudadanía, se puede generar lo que Jung denominaba una escisión entre la persona y lo yo auténtico, dando lugar a un sentimiento de desconexión y carencia de credibilidad.
El trabajo terapéutico con la máscara es fundamental para vivir de manera más llena y auténtica. En política, este trabajo toma una relevancia especial: un líder que entiende sus propias máscaras y es capaz de integrar su sombra puede establecer una conexión más genuina con la sociedad. Esto implica no solo mostrar una imagen cuidada, sino también saber reconocer errores, contradicciones y límites propios, haciendo de la política un espacio más humano y próximo.
Máscaras, cultura y transformación
En esta fusión entre psicología, cultura y política, la máscara adquiere una dimensión profunda: tanto a nivel individual como colectivo, puede ser una herramienta de adaptación y expresión, pero también un mecanismo de distanciación y engaño. La clave no es simplemente sacar la máscara, sino entenderla, trabajarla y hacerla más transparente. Solo así podemos conseguir una sociedad y una política más auténticas, donde la máscara no sea una barrera sino un puente hacia una comunicación más honesta y significativa.